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 Un poema.

¿Cuántas veces volveré sin volver del todo?. ¿Cuántas veces me lanzarán tus manos a dónde no exista?. Marino mastico la arena para convertirla en perla que vaya de mi boca a tu pensamiento. ¿Cuántas veces dejarás que mi ronroneo pasee entre tus pasos para dormir en un rincón sintigo?. ¿Cuánto falta Para que mi barco de papel transite el río que divide tus pueblos?. ¿Cuántas veces ha de arder mi corazón, para volverse el desierto calmo de tus sueños?.
Estoy dentro de la bombilla parpadeando en la luz de tu sala de estar, sin estar, como un insecto que danza con la sombra. Cómo una luna poblada. Y estás imperdible en mis oídos. En el océano de mi antimateria. Amor-atado de ocasos abofeteo esta luna en escorpio que me agrieta el suicidio social. Desde que has escrito no ha dejado de preocuparme lo que no puedo resolver. Aún tomo más de una cerveza cuando me siento. Y fumo más de un cigarrillo mientras ensayo el paredón.
¿Cuántas veces crecerás en mis sueños para desaparecer?. Mientras forjo esta palabra submarina y las olas inconscientes, telepáticas golpean tus arrecifes. ¿Porqué soy tan insoportable y lúgubre? ¿Porqué tengo estas manos que peinan viento, que no te alcanzan?. Dime cuánto falta para encontrarte en el espejo, y para cuando descolgaré el futuro de la pared.
Mi futuro es un suspiro, bocanada que sopla velas. Mi futuro es un callejón de nubes. Un agujero en el cielo. Y un piso en el infierno. Me desdoblo en caracoles. Me estiro como un silencio que dura años y luego ruge en el estrépito, en el ruido de esta bomba que revienta en tu bebida.
De la radiación que dejan las imágenes... Soy un recuerdo. El pulso tembloroso de un niño que escribe tu nombre en un trance, en la cara de un árbol. En la penca de un maguey, en los ladrillos de la tarde. Mis besos astrales resonando en la humedad de la sierra, en el rocío que besa un churqui. La acacia perenne de tus paisajes que sorda se mueve bajo el azul de tus lunas.
Si me preguntas cuánto. Si preguntaras cuánto, te doy el mar en las manos. Si preguntaras algo, si me preguntaras, la voz cantaría sola, sin esfuerzo, como un ave de mañana. Un ave de mañana. Un ave... que mañana vuela verde como un símbolo en tus ojos. Bebiendo de la copa, ahí donde tu flor más inalcanzable.
Cuántas veces me desarmaré en esta ciudad, cuántas veces he de soñar el triángulo lunar, el cuello y la voz que me remoja de verdades. Empapado de noche, asomado a tu nota más baja. Mirando desde lejos el fulgor de tu fragua, donde nacen las espadas que me hablan en las cartas.
Y esta galaxia me escucha telepática en las luces de la antena donde trepo y grito, como si de eso se tratara. El egregor y el thelema en una balanza abstracta, ebria de prejuicios, ebria de estructura de trapecios y hexágonos. Panal de manzanas en el paraíso. Y tu boca se cierra. Mi pulpa es sidra, es vinagre y sedimento. ¿Qué le ha pasado a mis alas, cuántas veces se abrirán al abrazo, al humo o al viento?. Por más tiempo que pase, por ahí transcurro, entre los dedos que te peinan la melena astral.
Dedos invisibles que te besan de malkut a keter, unos dedos que acarician los besos, que tapan mi boca y la tuya en un gesto invisible, insensato, lleno de luz, de ternura, de una fuerza que agite el suelo, que cambia el mapa, que mueve el cielo. Cómo si se tratara de eso.
Pero no. Se trata de una playa en un grano de arena. De multiplicar las gotas y los cubos. De una luna poblada de rocas, de un colibrí que te busca de noche. De dar y dar y dar. De Insuflación sin consumirse, de mantener una flama inagotable. De estar sin estar. Atravesando el tiempo sin miedo. Recuperar el aliento en un segundo, mis pulmones llenos de hoy. De aquí. De risa. De aliento de ahora, de voz y de vos.
Me inspiró la maga, la que dice que no ofusque mi chakra coronario; siguiendo el dicto recibe el loto de un suspiro que se divide y te llegará apenas diluido en las ondas de un satélite, espero, natural. Ya no sé que dibujar, por lo pronto aquí hay una cruz.
Miguel Ramírez / Nov 2020 Mx

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