Érase mi mente en blanco que galopó caballos hasta las piedras. Así la vida en el barranco:
Recogiendo brisa.
Amanecido escribo de ti sintigo, para mí, sin más. Érase que alguna vez ofrecí todo lo que fui. Dios de los mil nombres con el mar en las manos , constante y vital, lengua de colibrí, ala que abrió la noche.
Napalm de estrellas caídas, besos en andenes rotos de tiempo, poesía debajo del puente que dormita con un ojo abierto, tiempo que nos atraviesa y arranca de la foto más hermosa nuestro perfil.
Pupila que traspasas veloz, salvaje soledad que montas por viejos continentes. Con todas mis edades juntas cabalgo mi inútil osadía al buscar el sol infinito de tu clave.
Recuerdas la pandémica e inspiradora crin que aprendimos a trenzar?
Cómo fue cabalgar, hasta que reparó con sus pezuñas la nocturna soledad?
"Te he estado esperando", soñé que me decías luego de las seis de la mañana tras un pestañeo, en la persiana una mirada que acecha y se encaja.
Soñé tu vuelta en un avión robado, buscabas tu propio sueño en mi ventana, luego se me quebraban los espejuelos con poemas, y volvías a la carne letras.
Proceso inverso del pasado.
Alguna vez fuimos dioses creando desde el verbo... Qué será de mi nombre en tus labios?
Ahora recuerdas futuros y pías en fiestas rúbedas, aleteo de aves Marías...
Entonces te pienso y me miro en rutas de arena, en soles de lagarto, en lenguas bífidas desde mi tierra de coyote.
En mi desierto personal.
Mientras escribo rueda por mi mejilla el recuerdo de tu sonrisa, emerge como isla entre la sal esa ternura que decía "nos amamos".
Pinche silencio de mercurio, nido insomne deshilado, internacional impronta reventada de hertzios, antenas oniricidas que arden.
Los recuerdos son fogatas en el granero, xinaxtli en llamas, cantos de gratitud revuelta con tristeza... Vaya enigmático saludo, vaya enfermedad mía.
Mi corazón en guerra consigo y con la vida, vaya contrariedad! suicidio oculto, fe con taquicardia, arritmia de los tambores.
Vaya luz de insectos que cancela la noche al lado de los ríos, nacidos del resplandor y de las pesadillas después de un aleteo angelical, transmutado en la mosca que parte de las rocas para caer al mar.
Cada cual se queda en su costa tras el fuerte oleaje de los versos hechos piel, canción y fugaz belleza en los segundos.
Mi mente amante, fusa tibia que canta aquella nota sostenida, adicción de un jugador accidentado que lo ha perdido todo y que asume entre peros que ya no necesita más.
Ahí pensaba en ti, crecías como marea, mis dedos acariciaban el amor verdadero.
Tú tan múltiple y fina, tan sirena y gaviota. Dedos de guitarra, voz engullida por el nígredo, tan escondida de mí.
Quién no, tras jugar a ser amado solloza con un nudo eléctrico en la manzana? Voy tan Adán y tan descorchador del universo, rocío la espuma en las estrellas que antes nos miraron hacer promesas, darnos versos y legüetazos bajo su lámpara.
Jazz de mis vicios, watts de mi pila en flor, asteroide caído en el mar haciendo holas con la h muda, intermedia.
Letras, luciérnagas y perlas, raiz lengua de la almeja, corazón del tiempo, tesoro enterrado en mí, conmigo y donde sea que te encuentres, amado bosque de mapas.
Tus piernas de estufa me deshojaban los inviernos, gozamos empiernados al crepitar de pinos y secos eucaliptos, neumas que fumé y canté entre tus muslos de aire.
Bailamos mordidos, giros con las luces rotas, fundido entre chispazos, bailes tan mecheros de los porros...
Tan contemporáneos de los espejismos.
Recuerdo ese rojo ascensor, catapulta al cielo, saltos que hicimos a esa jungla de circunstancias. Descripción, paráfrasis, paréntesis, sin óptica.
Vuelo de colibrí que se detuvo en tu ventanal de paraíso bañado de rosa cielo, tersura que nos acarició a contrapelo, aroma de olivas, tesoro vivido que sembré entre nopales y magueyes.
Cuántas veces fuí al sueño diciendo tu nombre? en tus recuerdos de futuro, qué será de estos besos sin hogar, de estos brazos, de estos ojos que hoy solo pueden mirarte cerrados?
Mirada de mar que llora los meses muertos, que intenta respirar y pastar entre el llanto mismo. Así te miro, en mis ojos cerrados, escucho lenguajes derrumbados, huesos de planetas y caballos, juegos de palabras que recuerdan futuros y voces secuestradas, suspiros, susurros y vapor donde no estoy.
Complicidad que nos miró a la cara y que después huyó con la ricura de un perfume de vainilla.
Salida esta tarde, la dicha se deshoja, la boca se recoge, se contrae pletórica y preñada.
En medio de las horas sin vidrios, insurrecto camino neones abrazado de los cables y los postes de luz amarilla de una avenida principal.
Y los ojos? Prismáticos caleidoscópicos, contrapicados que sirven para contemplar la simétrica y unánime soledad.
Mi lengua? palabras vampiro metidas en el cuello tan lleno de espinas, trebejos y costales que hacen de los ciclos un nudo de pájaros.
Mi luz está inclinada hacia tu imagen encendida, mojada en este frío derretido que se escurre entre mis abrazos. Imagino a veces que a pesar de lejanías, sobrevivo salpicado de humareda, e intentamos prismas y fractales, señales de humo, lámparas de gas, mecheros de sol.
Mientras te sacudes las plumas, mientras te alejas, voy por encima y por debajo de la tierra... cruzando cielos apareceré algún día.
Mientras tanto soy la última luz que se apaga, la habitación silente.
Tendrás acaso idea?
Acá estoy, renegando de lo que ya sabemos.
Impresor sin tinta, con los archivos bloqueados, volcado de pila, interrupción del proceso, sin memoria, ni datos, ni recursos suficientes; mente en blanco, pantalla azul cielo, ventanas congeladas. El mundo me pide reiniciar.
Lista de faltantes: soñar contigo, sintigo.
Ayer vino el demonio un rato, platicamos sobre mis vicios, luego sonreí antes de llorar. Nos despedimos sin querer, qeriéndonos. Mónadas se saludan en el éter, así nosotros.
Mi silencio se vuelve canciones, caídas libres, crujir de huesos, buscarte a veces entre soluciones a mi irremediable condición, disuelto.
Secretas canciones nocturnas, perfume a contracorriente. Cómo recuerdo la gota de agua, la unánime tarde de sol que no vuelve, aquellos amaneceres que crujen amarillos en mi pecho.
Pesas más cuando no estás. Desapareciste, maga de la noche. Íntima brasa, oxígeno fatuo, febril, tan físico y luminoso para un fuego que no arde; humo, ceniza y brasa en aparente paz, fénix dormido. Todo era mejor juntos, todo existía contigo.
Rústico en el terreno, listo para ser sembrado escribo insomne en ilusiones baldías que viste caer, que escuchaste morir, como esa noche que te miró a los ojos, fijamente, en blanco.
Año muerto desorbitado de galope. Peleé con dios para perder, indudablemente.
Con mi pantalla estrellada, la casa vacía, con el lomo adolorido de arrastrar costales de pena, espuela afilada en el costillar.
Te fuiste volando y odié a los pájaros que miran desde el cielo nuestro jardín. Esperanza en el inevitable silencio, cervezas dementes tiradas por las explanadas que hablan al amor verdadero.
Creo en la sangre y mi sudor, creo en mis lágrimas y en los cerrojos, en las llaves y los candados. Creo en los perros, en las piedras y en los árboles, en los nombres que grabó este tembloroso pulso en la penca de un maguey...
Creo aún en nosotros.
Hay palabras increíbles en este silencio. Acuérdate de mi, alguna vez. Acá están los teamos que sembramos. Eres agua.
Miguel Ramírez / escrividente.
Agosto 2024
Ded. Mhf.
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